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De Argentina a Rusia, la ruta de los pumas domésticos

Los pumas son de los felinos favoritos para el comercio ilegal por su facilidad para domesticar

Hace tres años, un tipo caminaba por un barrio de Buenos Aires cuando, de repente, le pareció ver un lindo gatito en el patio delantero de una casa. Ante la duda se comunicó con las autoridades un llamado condujo a otro y todo acabó en un allanamiento con resultado inesperado: al abrir la puerta encontraron un cachorro de puma durmiendo la siesta en la cama.

Los dueños de la casa dijeron que lo habían encontrado al costado de una ruta, al norte del país, de vuelta de un viaje, y se lo trajeron.

La noticia del puma paseándose muy orondo por el centro de la ciudad Argentina en la víspera de las vacaciones de invierno puso el tema en la consideración pública tan rápido como lo sacó, en parte porque esa Municipalidad nunca supo cómo gestionar el hecho, pero también porque los medios no encontraron manera seria de tratar del asunto.

Los periodistas se precipitaron a abordar el tema de manera entre frívola y sensacionalista: desde una conductora de noticiero asegurando que «no hay que mirar a un puma a los ojos» porque «una vez» lo escuchó «por ahí», hasta un presentador televisivo preguntándose si el felino «se escapó de un circo».

¿Alguien vio alguna vez un puma en un circo? Más común es verlo en una casa: aunque poco se sepa, el mascotismo que se fetichiza con especies exóticas encuentra en este animal un destino recurrido gracias a la abundancia de pumas en más lugares de los imaginados, sumado a que es más dócil que otros felinos. El puma no ruge, apenas maúlla y ronronea, y jamás atacará a un humano salvo que se sienta amenazado y sin escapatoria. Pero nunca por hambre.

Los pumas se dejan domesticar, son fáciles de alimentar y hasta pueden parecer mimosos. Y se venden de manera ilegal, aunque las multas y condenas son un chiste que rara vez se efectiviza. Entonces, claro, la conducta se enquista y tener un puma en casa no sólo es más fácil de lo que parece, sino también una ganga.

Como ejemplo de ello se puede traer a alusión el caso del felino que cría en su casa Natalia Korotova. La rusa de 34 años se declara «fanática de los animales exóticos» y alcanzó más de 30 mil seguidores en su cuenta de Instagram gracias a las fotos que sube con ésta y otras mascotas. Algo que en gran parte de los países latinoamericanos está prohibido por el alto costo que la domesticación implica para las especies silvestres: se estima que sólo uno de cada diez ejemplares sometidos al comercio ilegal de fauna sobreviven, y solo la mitad de los rescatados logran readaptarse, ya que en el cautiverio pierden sus habilidades para la vida silvestre.

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